Caaguazú, el corazón rojo del tomate paraguayo
En Paraguay, el tomate es más que un cultivo sensible a las estaciones o un protagonista de la inflación hortícola. Es un termómetro productivo que revela cómo responden los productores a los desafíos y hacia dónde puede crecer una cadena económicamente frágil. Y en ese mapa, un departamento sobresale con claridad: Caaguazú, convertido en el epicentro del tomate nacional.
Los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Agricultura (ENA) de julio 2025 muestran que el país cultiva 1.691 hectáreas de tomate en la Región Oriental. Lo interesante no es solo la cifra, sino su distribución: casi cuatro de cada diez hectáreas están en Caaguazú, que concentra 633 hectáreas, muy por encima del resto del país. Ningún otro departamento se acerca a ese nivel de protagonismo. Cordillera, Alto Paraná e Itapúa completan el podio, pero desde una distancia considerable.
Esa fuerza productiva no solo lo convierte en un motor hortícola del país, sino en el punto de partida de un fenómeno reciente: el retorno de Paraguay al mercado internacional del tomate. Hace unos días, productores caaguaceños concretaron el primer envío de 90.000 kilos a Argentina, un hito para un cultivo que hace poco estaba más asociado al contrabando que a la exportación.
La explicación del liderazgo de Caaguazú no pasa únicamente por la cantidad de hectáreas sembradas. El rendimiento acompaña el impulso: el país produjo 51.534 toneladas en la última zafra monitoreada, con promedios que rondan los 30.475 kilos por hectárea, un nivel competitivo dentro de la región. Allí, en la región central del país, la combinación de clima, estructura productiva, tradición hortícola y cercanía a los principales mercados internos genera una ecuación difícil de replicar en otros departamentos.
Mientras zonas como Capital - gran epicentro del consumo - no reportan superficie cultivada, Caaguazú sostiene buena parte del tomate que llega a Asunción y al resto del país. Eso explica también por qué su papel fue clave en el reciente operativo de exportación: no hay volumen sin Caaguazú, y no hay consistencia productiva sin el nivel de tecnificación que se registra en la zona.

Uno de los cambios menos visibles, pero más determinantes, es la adopción de tecnologías de manejo. Los productores de tomate han acelerado el uso de fertilizantes, abono orgánico y fungicidas, y más del 70% ya incorpora algún tipo de tratamiento especializado. Esto no es un detalle: en un cultivo tan vulnerable a plagas y estrés climático, cada avance en tecnificación se traduce en estabilidad.
En zonas como Caaguazú, esa transición es aún más clara. La profesionalización del manejo, sumada a una estructura comercial activa, permite una continuidad que otros departamentos no logran sostener.
Aun con este crecimiento, la cadena del tomate paraguayo sigue dominada por esquemas clásicos: más del 50% de la producción se vende a mayoristas, mientras que la venta directa al consumidor y la industria procesadora siguen siendo marginales. La mayor parte del tomate paraguayo se mueve bajo estructuras rápidas, donde el margen para el productor queda condicionado por intermediarios y por la volatilidad del precio en finca, que promedia G. 7.583 por kilo.
Pero Caaguazú empieza a romper parcialmente ese molde. La exportación reciente no solo es un logro comercial: demuestra que existe capacidad para generar escala, uniformidad y continuidad, tres condiciones esenciales para competir fuera del país. Es una señal económica y productiva de que el tomate paraguayo puede aspirar a más que abastecer el mercado interno.
La historia del tomate en Paraguay suele escribirse en términos de precios inestables y presión del contrabando. Pero hoy, la narrativa comienza a cambiar: la tecnificación creciente y la capacidad de exportar vuelven a colocar a este cultivo en una posición estratégica.
Y ese cambio tiene una coordenada clara en el mapa: Caaguazú.
Allí se concentra la mayor parte de la producción y fue también el origen del envío que marcó el regreso del tomate paraguayo a la exportación. Si Paraguay logra consolidar un modelo de producción estable, con cadenas más integradas y mejores canales comerciales, será en gran parte porque Caaguazú lideró ese camino primero.
La transformación del tomate paraguayo, lenta pero firme, encuentra su punto más visible en Caaguazú.