La relación entre Paraguay y Estados Unidos vive un momento excepcional. En palabras del embajador paraguayo Gustavo Leite, la coincidencia de visiones entre ambos gobiernos permitió alcanzar "el mayor nivel de sintonía en la era post-democracia". No es una frase menor: desde 1989, Paraguay ha atravesado distintas etapas políticas y económicas, pero nunca antes - según describe - hubo tanta convergencia en términos de libre mercado, libertad económica y una agenda favorable al desarrollo. Ese alineamiento opera hoy como un activo estratégico.
La geopolítica actual también juega su parte. Cuando Leite explica que tanto Washington D.C. cómo Asunción enfrentan "un desafío común con China continental", lo hace desde una lectura realista del escenario global: Estados Unidos declaró sin ambigüedades su rivalidad con Pekín; mientras que Paraguay, último aliado de Taiwán en Sudamérica, se posiciona como socio confiable en un hemisferio cada vez más disputado. Esta coincidencia geopolítica refuerza la cooperación bilateral y eleva el perfil internacional del país sudamericano.
Uno de los ejes más sensibles en la agenda estadounidense es la seguridad interna, especialmente el efecto devastador de las drogas en su sociedad. Leite lo plantea con claridad cuando señala que Estados Unidos enfrenta "su principal desafío en las drogas", y que Paraguay, siendo un país de tránsito, necesita más inteligencia y articulación con los países vecinos para evitar que ese fenómeno erosione el potencial de su juventud. La cooperación en seguridad - que históricamente fue un pilar de la relación bilateral - vuelve a posicionarse como un puente para profundizar los vínculos.
Si la sintonía política genera el marco, las oportunidades económicas delinean el futuro.
Una agenda económica que busca visibilidad global
Leite repite una palabra clave: visibilidad. Paraguay, dice el embajador, necesita que el mundo lo vea y lo entienda. "Si no tenés visibilidad, no tenés nada", explica. Su estrategia pasa por colocar al país en el radar de sectores globales que están redefiniendo la economía: inteligencia artificial (IA), energía renovable, minerales raros y logística fluvial.
El embajador presenta a Paraguay como un país con energía limpia para la instalación de servidores vinculados a la IA, una ventaja que posiciona al país en un segmento donde el valor agregado no necesariamente genera miles de empleos, pero sí reputación y atracción de capitales. También habla del "potencial gigante" que implica la reversión del balance de Itaipú dentro de menos de una década. Para él, es un hito que debería atraer inversiones de gran escala.
La hidrovía emerge como otra de las cartas estratégicas. Leite relata que cuando explica a autoridades estadounidenses que la hidrovía Paraguay-Paraná es "tan larga como el Misisipi", se vuelve mucho más fácil transmitir su dimensión. Ese paralelismo funciona como un argumento poderoso: Paraguay posee la tercera flota de barcazas más importante del mundo y, si el país quiere duplicar su capacidad logística, deberá construir miles de nuevas barcazas y buques. Ese desafío abre la puerta a alianzas con astilleros y acero estadounidense, una idea que el embajador describe como "música" para los oídos de los socios potenciales.
Un nuevo espacio para Paraguay
Uno de los conceptos más disruptivos de la agenda actual es la posibilidad de que Paraguay se convierta en un proveedor alternativo a China en sectores específicos. Leite menciona un dato contundente: solo en juguetes, Estados Unidos importó US$ 31.000 millones desde China el año pasado. En vestimenta, la cifra supera los US$ 100.000 millones. Cuando el embajador presenta la idea de que Paraguay pueda cubrir parte de esa demanda, encuentra buena recepción en senadores, funcionarios de seguridad nacional y del Departamento de Estado.
En ese contexto, el diagnóstico de Leite resulta sorprendente: observa más dinamismo en empresas extranjeras que deciden instalarse en Paraguay para exportar a Estados Unidos que en el empresariado local, al que considera "muy confortable". Aun así, destaca que la plataforma paraguaya tiene potencial para convertirse en un hub exportador competitivo.
El mensaje que seduce al inversor estadounidense
Cuando conversa con empresarios norteamericanos, Leite no vende a Paraguay como un gran mercado: vende rentabilidad y previsibilidad. "Nuestra curva es una línea constante", les explica, en contraste con la volatilidad de otros países de la región. La estabilidad cambiaria, la baja inflación, los impuestos reducidos y la eficiencia exportadora (como la carne paraguaya que llegó a posicionar a Estados Unidos como primer destino en menos de dos años, aun pagando aranceles de 36%) son argumentos que, asegura, captan la atención de los inversionistas.
La reconfiguración comercial global y la posición de Paraguay
La llamada "Ronda Trump", una redefinición unilateral del comercio mundial mediante aranceles y nuevas negociaciones, cambió las reglas. Sin embargo, Paraguay salió relativamente bien parado: mantiene ventajas arancelarias frente a competidores asiáticos y una balanza comercial superavitaria con Estados Unidos, lo que hace "injusto", en palabras del embajador, que se apliquen aranceles más altos al país.
Paraguay ante un mundo reordenado
Leite observa que el liderazgo global adopta estilos más frontales y directos, desde Trump hasta Nayib Bukele y Javier Milei. Lo relevante para él no es el radicalismo, sino la coherencia entre discurso y acción, algo que considera clave en un mundo donde la comunicación directa - sin intermediación de medios tradicionales - domina la escena diplomática y política.
La diplomacia económica paraguaya atraviesa un punto crítico. Con una relación bilateral fortalecida, una agenda de inversiones alineada con tendencias globales y un discurso que busca amplificar la visibilidad del país, Gustavo Leite se mueve en Washington D.C. con un objetivo nítido: posicionar a Paraguay como un socio estratégico en la nueva economía internacional. En un mundo donde las alianzas se reconfiguran y la competencia se acelera, Paraguay está decidido a no quedarse al margen del tablero.